Hubo una vez que la Ciudad de México fue conocida por sus glorietas y camellones. Cuentan que a mediados de la década de los años 60’s, era el mismo Regente Ernesto P. Uruchurtu quien cuidaba las flores que adornaban las vialidades capitalinas. Colonias como la Álamos, Condesa, Narvarte o Doctores estaban diseñadas para el tránsito de vehículos públicos y privados de manera ágil y hermosa. Más tarde la introducción del Sistema de Transporte Colectivo, el llamado “Metro” modificó el paisaje urbano, pero ayudo a solucionar los novedosos problemas de transporte y hacer de camiones, taxis y Metro un inmejorable modo de movilización, hasta que iniciaron la serie de malos gobiernos capitalinos, que arruinaron la organización social y la composición de la ciudad.
Después que el Jefe del Departamento del DF –así era entonces- Corona del Rosal inaugurará en 1968, las 3 primeras rutas del Metro, su sucesor, Octavio Sentíes no le agrego ni un centímetro al metro. Sin embargo el peor Regente que sufrió la antigua Ciudad de los Palacios fue un ídolo de estas regiones del estado de México, el Profesor Carlos Hank, quien no solo no continuo el transporte masivo, sino que partió la Capital de la República Mexicana, en ejes longitudinales y la dispuso para el transporte privado, para el automóvil, del cual fue su mejor embajador automotriz, además de desmantelar y confiscar el transporte público, dejando en la ruina a miles de pequeños propietarios y en el desempleo a muchos más trabajadores del volante, mecánicos y chalanes. Un desastre total, igualito como ahora ha pasado con la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y el desempleo en que ha dejado a esta región, particularmente a Temascaltepec.
La Naturaleza sabia, se encargaría de cobrar tantos errores políticos y administrativos y el siguiente burócrata, Ramón Aguirre, no supo ni que hacer, cuando un terremoto en 1985 dejo al DF sin calles, edificios, casas y medios de comunicación. No fue sino hasta el periodo de Manuel Camacho quien nuevamente, a partir de 1988, 20 años después de la inauguración de las primeras líneas, continuó la obra del Metro.
Por fortuna, los tres gobiernos, que han encabezado, a partir de 1994, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, han devuelto a la Ciudad Capital le funcionalidad y la facilidad para llegar casi a cualquier parte de la ciudad, a través del Metro y las múltiples conexiones colectivas de transporte que existen, entre ellas taxis y tren ligero. No obstante se acaba de anunciar la construcción de un tranvía que transitaría en el Centro Histórico del DF, causando alarma y zozobra por la destrucción, la torpeza de la medida y el descomunal gasto, superior a los 26 mil millones de pesos. Ojala se logre cancelar este absurdo proyecto, gracias a la participación social y conciencia cívica y política de los habitantes del DF.
Todo lo anterior sea, para reflexionar sobre las obras que se realizan en los municipios de este sur del Estado de México, muchas de ellas tan inútiles, como desagradables: sin planeación, sin inteligencia y sin gusto. Quizás una de las acciones que exigen la inmediata rectificación, son los absurdos camellones que están a la entrada sur de Temascaltepec, que estorban, que afean, que provocan accidentes y no sirven para nada útil.
Después que el Jefe del Departamento del DF –así era entonces- Corona del Rosal inaugurará en 1968, las 3 primeras rutas del Metro, su sucesor, Octavio Sentíes no le agrego ni un centímetro al metro. Sin embargo el peor Regente que sufrió la antigua Ciudad de los Palacios fue un ídolo de estas regiones del estado de México, el Profesor Carlos Hank, quien no solo no continuo el transporte masivo, sino que partió la Capital de la República Mexicana, en ejes longitudinales y la dispuso para el transporte privado, para el automóvil, del cual fue su mejor embajador automotriz, además de desmantelar y confiscar el transporte público, dejando en la ruina a miles de pequeños propietarios y en el desempleo a muchos más trabajadores del volante, mecánicos y chalanes. Un desastre total, igualito como ahora ha pasado con la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y el desempleo en que ha dejado a esta región, particularmente a Temascaltepec.
La Naturaleza sabia, se encargaría de cobrar tantos errores políticos y administrativos y el siguiente burócrata, Ramón Aguirre, no supo ni que hacer, cuando un terremoto en 1985 dejo al DF sin calles, edificios, casas y medios de comunicación. No fue sino hasta el periodo de Manuel Camacho quien nuevamente, a partir de 1988, 20 años después de la inauguración de las primeras líneas, continuó la obra del Metro.
Por fortuna, los tres gobiernos, que han encabezado, a partir de 1994, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, han devuelto a la Ciudad Capital le funcionalidad y la facilidad para llegar casi a cualquier parte de la ciudad, a través del Metro y las múltiples conexiones colectivas de transporte que existen, entre ellas taxis y tren ligero. No obstante se acaba de anunciar la construcción de un tranvía que transitaría en el Centro Histórico del DF, causando alarma y zozobra por la destrucción, la torpeza de la medida y el descomunal gasto, superior a los 26 mil millones de pesos. Ojala se logre cancelar este absurdo proyecto, gracias a la participación social y conciencia cívica y política de los habitantes del DF.
Todo lo anterior sea, para reflexionar sobre las obras que se realizan en los municipios de este sur del Estado de México, muchas de ellas tan inútiles, como desagradables: sin planeación, sin inteligencia y sin gusto. Quizás una de las acciones que exigen la inmediata rectificación, son los absurdos camellones que están a la entrada sur de Temascaltepec, que estorban, que afean, que provocan accidentes y no sirven para nada útil.
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