Saturday, March 13, 2010

EL MALESTAR EN LA CULTURA

Nicolás Copérnico, Carlos Darwin y Segismundo Freud, probablemente son los hombres de ciencia de mayor influencia en la historia del hombre. Demostrar que la tierra gira alrededor del sol, que el ser humano es producto de la evolución animal o que la conciencia de la razón es resultado de deseos reprimidos, desvaneció el mito milenario que hacía a la humanidad el centro del universo, creación divina y dueña de su libre albedrio.
El trabajo de estos grandes sabios transformo completamente el mundo. Pero el enorme valor de sus aportaciones consistió en la atención al conocimiento humano, que hacía miles de años ya sabía todo esto y mucho más. Sin embargo diez siglos de oscurantismo, tras la caída del Imperio Romano y la voluntad e intención política de la entonces naciente iglesia romana, destruyo el trabajo brillante, de la época de oro de la antigüedad.
Actualmente ocurre algo similar o peor aún en México. Diariamente la población es bombardeada con recetas médicas, pomadas mágicas, bendiciones milagrosas, vírgenes que lloran, peregrinaciones reparadoras, amuletos, adivinaciones, rezos y supercherías. Cual merolicos, los medios de comunicación ya no guardan un mínimo de respeto ni vergüenza alguna con tal de vender. Leches vitaminadas, supositorios para los hongos, pomadas para el acné. Faltan las “pastillas para no soñar” de Joaquín Sabina, para quienes quieren vivir 100 años.
Lo mismo sucede con la enseñanza y la educación. Las carreras de Administración y Psicología que imparte la UAEM en Tejupilco son ejemplo del retroceso mayúsculo del saber y de la intención política del Estado, para que los estudiantes ni sean ni hagan, se estacionen y se repitan en la murga conocida. Maestras que en 8° semestre obligan a universitarios a portar papeles en el pecho con su nombre escrito; trabajos de investigación elaborados con paquetes informáticos desarrollados hace 30 años, obligatoriedad por el pase de lista –pensando quizás en el fenómeno de Osmosis-; aéreas de apoyo a las Pymes que no conocen ni los concursos que ellos mismos convocan. Un desastre, una absoluta falta de vocación y responsabilidad académica y la confirmación de que la educación en México o es represiva y manipuladora o es un negocio particular, que como Vicente Fernández, quien canta mientras el público aplaude, otorga títulos, siempre y cuando el cliente-alumno, pague.
Precisamente el título empleado al principio atañe a la diversidad de géneros de vida que Freud reconocía, a las discrepancias que sabia el creador del Psicoanálisis, amplias y dispares, nada simples. Así como el ser humano puede tener diferentes géneros de vida, ya el de goce o dormido, el activo o despierto y el contemplativo o sabio, también existen tres clases de médicos, que curan y sanan la salud de la obra humana, cualquiera sea la manifestación de que se trate: en el arte, en la navegación de un barco, la cocina, la conducción de un ejército, el ejercicio de la política o la sanación de una enfermedad.
Los profesionistas que estudian, pueden llegar a ser doctores preparados exclusivamente en el entendimiento de lo físico, o el dialéctico y muy pocos, sabios. Los compromisos adquiridos en el mundo globalizado, atan los objetivos de la educación pública y privada en México a la formación de profesionistas limitados al entendimiento de los malestares, solo en el estadio de la salud física. De ahí las estupideces económicas que convierten una gripita en una neumonía cuata o una enfermedad endémica en pandemia alarmista, torpe y falsa. No hay diagnósticos correctos, no hay reflexiones profundas ni conocimiento detrás.
Hacer de los estudiantes universitarios simples profesionales físicos, exclusivamente listos para atemperar las gravedades de un organismo, jamás llegara a la curación de la persona o la sociedad, a transformar la realidad y atinarle a la solución. Qué mejor ejemplo que el terrible fallo en el diagnóstico con el narcotráfico y los resultados de muerte y drogadicción, de desintegración y miedo que sufre México.
El estudio de Juana Barraza, la Mata viejitas, un tema demodé en el campo de la psicología clínica, debería comenzar de casos categóricos de médicos sabios, como el del Dr. Quarón con el paciente Goyo Cárdenas o el del sacerdote Gregorio Lemercier, quien en 1946 fundó el Convento Benedictino Monte María en la ciudad de Cuernavaca (sede entonces del Obispo Sergio Méndez Arceo, apóstol de la Teología de la Liberación), a donde invitó a Erich Fromm, discípulo directo de Freud, a practicar terapia psicoanalítica a los 24 seminaristas recluidos, con resultados tan magníficos que, a pesar de la prohibición y amenazas del Papa Paulo VI, con excomulgar y sancionar a divinis a este sacerdote visionario, su retiro junto con 21 de los ex seminaristas psicoanalizados, le permitió fundar un instituto de psicoanálisis y sentar las bases de un camino seguro, para evitar los horrores que actualmente enfrenta la Iglesia como institución, ante la avalancha de denuncias de prácticas y conductas desviadas y viciosas.

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