Sunday, February 28, 2010

LA EDUCACIÓN PREPARATORIA EN EL SUR

Tejupilco
Tenía 16 años cuando ingrese a la Preparatoria #1 de la UNAM. Me entere que fui aceptado, por correo y el sobre que contenía la respuesta a mi examinación llego a la Imprenta de Don Luis, donde trabajaba, siempre que tenía vacaciones. Todo lo que sucedió después de ese día, lo realice solo yo: asistir por primera vez al plantel, para inscribirme, esperar en una larga fila mientras los estudiantes mayores nos acechaban, nos rapaban y nos quitaban el dinero que tontamente llevamos algunos. Jamás mis padres entraron a ese recinto majestuoso, hasta años después que dejo de funcionar como escuela.
Recuerdo el salón “Generalito” con sus sillas altas, atriles y la historia que guardaba cada rincón, y la biblioteca enorme, de tres pisos y su vasta bibliografía disponible. Tres también eran las puertas de acceso a la Preparatoria #1, labradas en madera por ebanistas, de casi cuatro metros de altura y una, la principal, continuaba tapiada con tablones naturales, por el agujero que le produjo el bazukaso ordenado por Díaz Ordaz, en la acometida contra los estudiantes que en 1968 dijeron, ¡Ya Basta¡ a un gobierno represivo.
El primer año curse como materia deportiva la de Excursionismo. Cada domingo de ese año salía una caravana de autobuses, de esos anaranjados de escuelas particulares y precisamente era en San Ildefonso donde se concentraba el punto de partida y de llegada. Visite todos y cada uno de los puntos que rodean a la ciudad de México, en viajes de un día: Las Estacas, Teotihuacan, Tequesquitengo, Acolman, Tepoztlan, Tlamacas, fueron solo algunas de las excursiones que nos costaban entre 12 y 15 pesos, cuando el dólar valía 12.50 pesos.
En el segundo año ingrese a la novena de beisbol y comencé a jugar ajedrez de manera frenética. La huelga que dio origen al sindicato de trabajadores del STEUNAM, en el año que ingrese a la escuela y que duro casi 6 meses, me convirtió en jugador de primera fuerza ajedrecística.
No deje de ir a la Prepa ninguno de los días que duro la suspensión de clases, y aproveche para conocer a fondo mi ciudad. No había día que dejara sin pasarme horas en las grandes librerías de “viejo” del centro, de allí viene mi gusto y origen de la Librería la WeB o N@D@, que ahora tengo en Tejupilco
El ambiente que permeaba a todos los estudiantes de entonces era el del saber y la cultura. Entre mis compañeros de entonces, nadie bebía alcohol, algunos consumían mariguana y todos comenzamos a fumar Baronet y Comander. Imperaba el ambiente hippie, la música latinoamericana y el rock de los Beatles.
La calidad de los profesores, la cátedra, instalaciones y ambiente solo nos costaba 200 pesos al año y nada más. Excepto los estudiantes del Politécnico –la institución fundada por el General Lázaro Cárdenas y cuya historia sería parte de todo otro ensayo- nadie competía contra nosotros, los universitarios. Las escuelas particulares –como sucede hoy- solo eran un negocio y refugio de jóvenes débiles y atenidos a otros, a la fama efímera, moda naive y al estatus.
En contraste, hoy que vivo entrampado en la Preparatoria Regional de Tejupilco, no solo encuentro un edificio con puertas de hierro, siempre cerradas, entrega de boletas en juntas de padres de familia y textos obligatorios. Una institución que no prepara, que deforma al estudiante en el hablar, en el pensar, en el saber, en la práctica de deportes –tan necesarios en esa etapa de la vida-. Estudiantes que no hablan inglés, no salen fuera de esta región, viven su preparación encerrados –a veces son los horarios, otras las fiestas cívicas-, con el alcohol y la droga dura al acecho de la juventud en el hastió, la frustración y la realidad que, quizás sin entenderla, la perciben y los rebasa.
Es evidente que quienes trabajan en esta preparatoria no guardan ningún compromiso, de ninguna especie que no sea el sueldo que perciben por hora-clase. Salir de este embrollo me lleva a recordar que el origen de la palabra ahorro proviene de una carta que se extendía a aquellos esclavos que conseguían pagar por su libertad. Se le llamaba carta de horr, originada a su vez en la voz árabe hurr (libre). En la prepa regional de Tejupilco, dicha carta se le conoce como Certificado de Estudios y cuesta $770. Es la carta que libera al estudiante que se fastidia de la mediocridad y busca otros horizontes.

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