Entre 1300 y 1330, Jacobo de Cessolis, dominico lombardo afincado en Génova, compuso en latín El Libro de las costumbres humanas y de los oficios nobles, a la manera del juego del ajedrez, repartido en cuatro tratados. El libro conocido luego como “Ludus scacchorum” o Juego del Ajedrez, es una especie de Libro de los Estados que, a través de las piezas del ajedrez, examina distintas clases sociales de su época. El primer tratado hace historia del juego. El segundo habla de las piezas nobles del mismo: el rey, la reina, los alfiles o jueces, los caballos o caballeros y los roques –las torres- u oficiales reales. El tercero se ocupa de los peones del juego, que representan diferentes oficios y profesiones, desde labradores, carpinteros, sastres y comerciantes hasta médicos, taberneros, recaudadores de impuestos y bandidos. El cuarto tratado hace referencia al movimiento de las piezas, lo que da pie a De Cessolis para tratar de la subordinación de unas clases y oficios a otros. La obra tuvo una difusión enorme en toda Europa, traduciéndose al alemán, el francés, al catalán, al inglés, al neerlandés y por último al castellano. Tanto en el siglo XV como en el XVI la imprenta propició que fuera objeto de numerosas ediciones. Contribuyo, sin duda, a su difusión la gran cantidad de ejemplos que contiene, extraídos en su mayor parte de autores clásicos, como Valerio Máximo, Séneca, San Agustín, Horacio y Cicerón. Si los mágicos rigores del ajedrez pueden ejercer tal hechizo sobre el jugador que han llevado a algunos hasta las puertas de la locura, no resulta menos fascinante, ni menos arriesgado a la hora de perder el firme apoyo de la realidad, el acercarse a los textos que retoman el tablero de ajedrez como modelo miniaturizado del gran teatro del mundo, simulacro bélico y espejo de otras lides y peleas. Esta vasta visión del mundo reducida a los escaques del tablero, nos brinda a la vez las reglas y la interpretación simbólica de las mismas, gracias a una ecuación tan exacta como vertiginosa, que relaciona las reglas que rigen el juego con las leyes que gobiernan la sociedad; los movimientos de las piezas –“trebejos nobles y populares”- simbolizan así unos gestos y costumbres sometidos a la rigurosa codificación que ordena y jerarquiza los estamentos de la sociedad feudal. Habría que estudiar este cambio de mentalidad que nuestro texto revela, de acuerdo con una metodología que a continuación se apunta, en torno a dos ejes, uno referido a la función racionalizadota y formalista de las reglas (del juego evidentemente) y el otro, en cierto modo contradictorio, motivado por el efecto mágico que se atribuye a unos códigos que atesoran el saber antiguo, siempre esotérico y de difícil acceso.
Anand - Ivanchuk, Las Palmas 1996 1.e4 e5 2.Nf3 Nc6 3.Bb5 a6 4.Ba4 Nf6 5.O-O Bc5 6.Nxe5 Nxe5 7.d4 Nxe4 8.Re1 Be7 9.Rxe4 Ng6 10.c4 O-O 11.Nc3 d6 12.Nd5 Bh4 13.Qh5 c6 14.Rxh4 Qxh4 15.Qxh4 Nxh4 16.Nb6 Rb8 17.Bf4 Nf5 18.d5 Re8 19.Kf1 h6 20.h3 Re4 21.Bh2 cxd5 22.g4 Rxc4 23.Nxc4 dxc4 24.Re1 Be6 25.gxf5 Bxf5 26.Bxd6 Bxh3+ 27.Kg1 Rd8 28.Re8+ Rxe8 29.Bxe8 Be6 30.a4 g5 31.a5 Kg7 32.Ba4 Kg6 33.Bd1 Bd5 34.Bc2+ Kf6 35.Bc7 Ke6 36.Bh7 Bf3 37.Kh2 Kd5 38.Bc2 Be4 39.Bd1 Kd4 40.Be2 Bd3 41.Bb6+ Kd5 42.Bd1 f5 43.Kg3 Ke5 44.Bc5 Kf6 45.Bh5 f4+ 46.Kh2 y las negras abandonan.
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