Monday, June 23, 2014

DOS HISTORIAS DE AJEDREZ

Paul Morphy
PAUL MORPHY Nació y jugó en la primera mitad del siglo XIX. Nunca fue campeón del mundo, porque aún no existía un campeonato del mundo como tal, pero se le considera el  mayor talento ajedrecístico de su época. A los nueve años era el mejor jugador de su ciudad y a los doce fue capaz de vencer a uno de los ajedrecistas más reputados del mundo, Johann Lowenthal. Morphy y Lowenthal jugaron tres partidas. El maestro húngaro empezó la primera partida con una bonachona sonrisa, pero a las pocas jugadas mudo el rostro en un gesto de asombro, cada vez que el pequeño Morphy movía las piezas. La incredulidad de Lowenthal fue en aumento cuando no sólo perdió la primera partida, sino también la segunda. En la tercera partida, Lowenthal consiguió obtener unas tablas. Pero lejos de sentirse herido en su orgullo y demostrando un verdadero amor por el arte del ajedrez, Lowenthal se maravilló de las capacidades de Morphy, le animó a seguir jugando y escribió inmediatamente a Europa hablando con sumo entusiasmo de su nuevo descubrimiento
En nuestro tiempo, sin duda, las victorias de Morphy sobre Lowenthal podrían haber disparado una carrera mediática y de torneos de exhibición para el niño prodigio, como sucedió en el siglo XX con jugadores precoces como Samuel Reshevsky, el español Arturo Pomar, Bobby Fischer o el actual Campeón Magnus Carlsen
Pero a los trece años Morphy se alejó del ajedrez, por orden de su padre, cuyo único deseo era ver a su hijo convertido en abogado. Sólo se le permitía jugar los domingos, mientras que el resto de la semana debía consagrarlo a los estudios. No hizo giras de exhibición ni demostraciones públicas de su talento. Morphy pertenecía a una familia muy adinerada y de mentalidad bastante retrógrada: su padre —de raíces españolas— era un arquetipo del típico conservadurismo sureño, y le resultaba inconcebible la idea de que su genial hijo pudiese ganar dinero jugando al ajedrez. En la Nueva Orleans del siglo XIX, un caballero de buena familia sólo jugaba al ajedrez por diversión y el recibir dinero por mover unas cuantas piezas de madera era considerado una indignidad propia de tahúres y gente de mal vivir. Jugar al ajedrez por dinero tenía exactamente la misma consideración que dedicarse a jugar al póquer por dinero: algo impropio de un niño de buena cuna.
Finalmente la insistencia de algunos familiares y las ganas de Morphy de medirse con ajedrecistas importantes pudieron más que la oposición paterna. Viajó a Nueva York, se inscribió en el torneo, jugó… y barrió a todos sus rivales. Estaba naciendo una estrella aunque su carrera deportiva iba a durar sólo unos meses
Las noticias sobre el talento de aquel joven que se había proclamado campeón estadounidense con un juego brillantísimo cruzaron el Atlántico y el nombre de Paul Morphy empezó a circular por los círculos ajedrecísticos del viejo continente. Todo el mundillo del ajedrez europeo empezó a anhelar que Morphy cruzase el charco y se enfrentase con los mejores jugadores de Europa, los veteranos Adolf Anderssen y Howard Staunton.
Howard Staunton decepcionó a Morphy y los aficionados cuando rehuyó enfrentarse con él por miedo a ser humillado sobre el tablero. Staunton era un rico editor que gastaba parte de su fortuna organizando torneos: él fue quien financió la primera aparición de Anderssen en Inglaterra, que sirvió precisamente para que el alemán le destronara. También financió el diseño de las modernas piezas de ajedrez —llamadas “piezas Staunton” en su honor— y disfrutaba ejerciendo como mecenas de otros grandes jugadores. El inglés fue el ídolo ajedrecístico de la infancia de Paul Morphy  y el inglés se manifestó dispuesto a financiar y organizar un torneo que sirviese para presentar al joven norteamericano en Europa, en contra de Adolf Anderssen, el mejor ejemplo del ajedrez imaginativo y de ataque, autor de la partida más famosa de la historia “La Inmortal”
Morphy arrasó el viejo continente. El resultado final fue esclarecedor y demostró un dominio demoledor del joven prodigio americano: jugaron once partidas, de las que Morphy ganó siete y Anderssen solamente dos, quedando las otras dos en tablas. Aquello convertía a Paul Morphy, sin ninguna duda, en el mejor ajedrecista del mundo.
A los veinte años fue unánimemente reconocido como el mejor jugador del planeta… Y luego, tras competir durante sólo unos meses, Morphy se retiró para siempre. Durante el resto de su vida se negó a volver a sentarse ante un tablero, mientras desarrollaba extraños cuadros de comportamiento, encerrándose en sí mismo y perdiendo la calma si alguien mencionaba la palabra “ajedrez” en su presencia. Fue el primer genio norteamericano del ajedrez —transcurriría más de un siglo hasta la llegada del siguiente, Bobby Fischer— y, también como Fischer, vivió sus últimos años en conflicto con la sociedad que le rodeaba y despertando serias dudas sobre el estado de su salud mental. Esta es la historia de Paul Morphy, la estrella más fugaz en la historia del ajedrez y probablemente uno de los individuos más brillantes del siglo XIX.
Veamos a continuación un juguete famoso de Paul Morphy. Composición de este genio del Ajedrez, que lleva a Mate forzoso al Rey contrario, a pesar de quedar el bando blanco únicamente con un solo peón. Mate forzado y anunciado previamente, en 9 jugadas. Es el juego del ajedrez convertido en Ciencia y en Arte.
Las blancas entregan todas sus piezas, una tras otra, para llevar al rey negro a la fatídica casilla en que recibe el mate más ignominioso, el dado por un simple peón.
Pruebe reproducir este interesante estudio, de acuerdo a la siguiente posición inicial: Blancas T4TD, T4CD, R5AD, P3D, D8D, P2AR, C5AR, A5TR Negras P5D, A1D, P6R, C2R, D7AR, P6AR, T3AR, P6CR, A2TR, R7TR
Las blancas van a ir desviando la acción de las piezas negras para dejar desprotegido al rey, a la vez que se le atraerá a e5, donde recibirá el mate de peón, rodeado por sus propias piezas, que no pueden hacer nada para impedirlo. Veamos…1. Tb7 (se sacrifica la torre para evitar la defensa de la dama) Dxb7 2. Axg6+ (el sacrificio de alfil da comienzo a la larga peregrinación del rey negro) 2...Rxg6 3. Dg8+ Rxf5  4. Dg4+ Re5 5. Dh5+ Tf5 6. f4+ Axf4 7. Dxe2+ (se elimina una pieza defensora) 7...Axe2  8. Te4+ (el último y definitivo sacrificio) dxe4 9. d4 Jaque Mate: 1-0
Una lección básica para los aprendices y novatos del ajedrez, es la noción del sentido del juego. Se trata de Matar al Rey contrario y evitar el Jaque Mate a nuestro Monarca. Esto cobra sentido al término de la partida, sin importar la cantidad de material o la condición de las piezas. Gana el que mata al Rey rival. Lo demás no significa absolutamente nada.

LA COMPLEJIDAD. El Ajedrez está lleno de anécdotas, comedias y tragedias. Para mucha gente, el ajedrez nace a partir del Campeonato disputado en 1972 entre el norteamericano Bobby Fisher contra el soviético Boris Spassky. Así me sucedió a mí y fue de gran ayuda, un pequeño y muy modesto libro cuyo  título es “de Buda a Fisher y Spassky. 2000 años de ajedrez”. Allí encontré que las variantes para agotar las combinaciones del ajedrez, llegaban a 2 x 10 seguido de 120 ceros. Y  jugar todas las posibilidades, requeriría que los entonces 2500 millones de habitantes –ahora somos cinco mil millones- movieran, a razón de un movimiento por segundo, sin reposo, las 24 horas del día, un tiempo superior al número 10, elevado a la potencia 100 siglos..
Para muchos otros, en este momento, el triunfo de Magnus Carlsen ha hecho voltear nuevamente hacia el juego del Ajedrez. El carisma y la juventud del nuevo Campeón, incluso la galanura concentran la atención mundial –solo en la India, la Patria del ex Campeón Anand, se estiman más de 80 millones de aficionados que atendieron el match, convirtiendo, en la época de los ordenadores, las redes sociales y el internet, en “trending topics” todo lo relacionado con Magnus, el Campeón Carlsen.
Conocer el mundo, razonarlo, descubrir la esencia de la realidad, es hacer modelos. En el quehacer científico, en aquello que da forma al pensamiento, están los modelos que están hechos de otras materias, a veces tan sutiles como los números complejos. Decía Emanuel Kant, padre de la ciencia y pensamientos modernos (y heredero directo de Platón y Aristóteles) que el cerebro trabaja con aquello que percibe del mundo desde el conocimiento innato. En la ciencia trabajamos con modelos formales, modelos numéricos o modelos matemáticos, son todos ellos herramientas del conocimiento que nos acercan a conocer. Cuando queremos transmitir ese conocimiento, recurrimos a la comparación, a la analogía y, en no pocas ocasiones, a las metáforas: trucos que nos acercan a la realidad de otro modo, de un modo sorprendente, de un modo a veces extraño, a veces familiar. Entonces hablamos del Planeta Azul, del árbol circulatorio, del motor sanguíneo, de las mariposas del alma, de los agujeros negros o del viento solar.

¿Dónde encaja aquí el ajedrez? El ajedrez, juego de intelectuales y diletantes, de tahúres y románticos que se asombran ante la belleza de la forma y la profundidad del fondo. El ajedrez, arte de recompensa inmediata, dialogo de mentes, de cerebros, batalla de neuronas, nos conmueve y nos abre una ventana a la realidad, peculiar, intensa, que nos recuerda que la vida misma es un modelo representado en nuestro cerebro, que la lucha dialéctica genera hermosura y que nosotros, también, podemos ser héroes (y villanos) por un día. El ajedrez, ciencia cerrada donde las hubiere, se abre ante nosotros como un juego de hipótesis y contra hipótesis, mi idea contra la tuya, dialéctica pura, cada movimiento es un test de bondad de ajuste estadístico, cada jugada nos lleva más cerca o más lejos de refutar la idea inicial. El ajedrez, juego, arte, ciencia.

No comments: