MAGNUS CARLSEN |
¡El Ajedrez se Magn(us)ifica y
C(arlsen)rece! Cuesta trabajo encontrar alguna frase que atrape la atención del
lector, y no porque el nombre de este brillante nuevo Campeón Mundial necesite
de galimatías retóricos, sino porque se ha escrito mucho alrededor de la
irrupción extraordinaria del muy joven Gran Maestro Internacional (30 de
noviembre de 1990, Baerum, Akershus, Noruega) que devuelve al juego-arte-ciencia, a un plano que no
tenía desde aquel lejano año de 1972, cuando se disputó en Reikiavic Islandia,
el match por el cetro Mundial, entre el norteamericano Bobby Fischer y el ruso
Boris Spassky.
Abundan las comparaciones de la
nueva realidad del ajedrez, con el protagonista del maravilloso encuentro,
celebrado en uno de los momentos más álgidos de la “Guerra Fría”, entre las
potencias militares de los EUA y la que entonces representaba la extinta URSS.
En realidad el juego que desarrolla Magnus Carlsen no es comparable de manera
estricta con el de Fischer. Son dos caras diferentes del Ajedrez, sin embargo
el impulso que ha recibido el juego, admite recordar al inmortal Fischer.
Como es mi caso personal, cuando el
descubrimiento del Ajedrez nace precisamente en el año de 1972 y coincide con
el ingreso a la Escuela Preparatoria. Repentinamente mi vida daba un giro inesperado
hacia un mundo completamente diferente al que había entendido hasta ese
entonces: con el marco de los inmensos patios del Antiguo Colegio de San
Ildefonso, un grupo de cuatro amigos y las noticias del encuentro por el
Campeonato Mundial.
Jugábamos diario, visitábamos los
clubes de Ajedrez más conocidos del centro de la Ciudad de México, caminábamos hasta
Chapultepec y a orillas del Lago nos enfrascábamos en contra de los jugadores
habituales, acostumbrados a toda suerte de argucias para ganar “por la buena o
por la mala”. Pero recuerdo un libro, el único que tuve durante muchos años,
publicado por la editorial de la Prensa y que llevaba de titulo “De Buda a
Fischer y Spassky 2000 años de Ajedrez” escrito por Eduardo Lizalde y que se convirtió
en la biblia de muchos que de manera obsesiva, intensa, con avidez, deseábamos comprender
la esencia y naturaleza de este reto: el aura de ser
“la persona más inteligente del planeta”
Cuarenta años después, el mundo
del Ajedrez ha cambiado tanto, que se parece al futbol del Brasil Tricampeón
con Pele y Carlos Alberto, contra el de Neymar y Hulk. Aquellos futbolistas
usaban zapatos de cuero, con tachones de fierro y uniformes de textiles muy
pesados, con balones duros como piedras y canchas deportivas raras veces bien
empastadas. Así es el Ajedrez también. En los 70’s, mi pequeño libro era la
única fuente accesible para la inmensa mayoría de los entusiastas y noveles
ajedrecistas, que buscábamos en los periódicos
la partida impresa (siempre con errores de transcripción) o visitábamos a la
embajada de Cuba en Presidente Mazaryk, para conseguir ejemplares de la revista Jaque.
No había libros y los pocos de Pano o de Nimzovich, eran tan caros, que prácticamente
no existían para nadie. Entonces me aficione a “sustraer hábilmente” libros sin
pagar. Nos convertimos en unos ladrones de libros, tan, pero tan hábiles, que al
pasar los años, se convirtió en una virtud secreta, de la que me enorgullezco hasta ahora.
Ese es el motivo que anima a este
breve libro sobre el ajedrez y por eso, trataré de transcribir los datos más
relevantes que he recopilado de diversas fuentes, sobre Magnus Carlsen, con la
intención de generar sentimientos y razones que muevan a los niños y jóvenes,
al público sureño a quien va dirigido en primer lugar, por estar escrito en el
corredor Tejupilco – Temascaltepec, para interesarse en los principios y en el espíritu
del Ajedrez.
Magnus Carlsen se proclamó
campeón mundial a los 22 años, 11 meses y 23 días, con lo que fue el
segundo campeón más joven de la historia después de Garry
Kasparov. A los trece años ya
era todo lo que se supone que debe ser un niño prodigio, incluyendo la derrota
que le infringe al ex Campeón Anatoly Karpov y aparecer en la prensa, bajo el
apelativo de “el Mozart del
ajedrez”
A los diecinueve ascendió al
primer puesto del ranking internacional,
posición que no ha abandonado desde entonces. Recién cumplidos los veintidós
años alcanzó la marca histórica que ostentaba Kasparov, lo que le acredita como
el mejor jugador de ajedrez que jamás ha existido. Los 2870 puntos Elo
Cabe
señalar que desde el año 2002, cuando Carlsen cumple doce años, cuenta con el
apoyo de la empresa de computadores noruega Artic Securities y actualmente es patrocinado por Microsoft. Además, en su meteórica carrera,
Magnus ha sido entrenado por jugadores expertos entre los que destaca
sobremanera el ex Campeón Mundial Gary Kasparov, de quien se separó tiempo
después. La suspensión del entrenamiento que realizaba en secrecía con el feroz
ex Campeón y actualmente líder político ejemplar, admiten ambos genios, se debió a que el ucraniano
le entrenaba con dedicación espartana y el joven Magnus no gusta de esfuerzos
de esta naturaleza.
Magnus
Carlsen, por el contrario, difícilmente produce partidas “artísticas” Lo suyo
es algo aparentemente más sencillo. En cuanto a estilo de juego, la comparación
apta para Magnus Carlsen no es Bobby Fischer ni Kasparov, sino José Raúl
Capablanca. El inmortal cubano, jugaba un ajedrez muy sencillo en comparación
con el de otros Grandes Maestros contemporáneos, antecesores y sucesores,
basado única y exclusivamente en su capacidad innata para captar casi de un
vistazo la naturaleza exacta de una posición sobre el tablero. José Raúl se
limitaba a detectar rápidamente las jugadas más correctas y menos arriesgadas, atendiendo
al sentido de la armonía como si fuese un virtuoso de la música, confiriéndole el
rasgo de arte y genialidad al juego del Ajedrez, que es mucho más que eso.
El niño José Raul Capablanca |
Así
parece ser Carlsen, porqué aún es muy joven. Su capacidad innata para entender
la posición está en la línea. Su sencilla estrategia y él mismo lo resume de
manera igualmente directa: “me limito a jugar hasta que el otro comete un error”.
Nada heroico, Carlsen comete menos
errores que nadie. Nada Romántico, Magnus busca siempre llegar a finales de
partida, con pocas piezas en donde prima el “juego de computadora”. Y ahí no
tiene rival. Es como una máquina y su precisión desmoraliza a cualquier
oponente. El estilo del Campeón es maquinal, sin el componente de poesía y
belleza.
La
mayoría de los espectadores preferirían mucho antes el estilo de ataque de Kasparov
o de presión maligna de Fischer. Y el arte es un componente del ajedrez:
campeones mundiales como Alekhine, Mijail Tal o el propio Kasparov han situado
no pocas veces la belleza por encima de la eficacia
Pero sí
hay un aspecto revolucionario en Magnus
Carlsen, debe ser el primero de los grandes campeones que ha crecido
completamente en la época de las supercomputadoras de ajedrez, hoy una
herramienta indispensable de entrenamiento. Pero a pesar de que su juego es, de
entre todos los mejores jugadores de la actualidad, el más parecido al de una
computadora -el más frío, el más milimétrico- curiosamente, es el menos computarizado de
entre los mejores jugadores del mundo. En comparación con sus oponentes,
estudia poca teoría. Él mismo lo dice: es un ajedrecista perezoso
Con ello
rompe de forma verdaderamente chocante una tradición que se remonta mucho
tiempo atrás. El éxito de la escuela soviética sentó una nueva máxima: para ser
el mejor, hay que estudiar, y mucho… Fischer, sin ir más lejos, fue un estudioso
de dedicación casi fanática. Particularmente, desde la llegada de Kasparov, la teoría adquirió tanta importancia, que a
juicio de muchos amenazaba –ha sucedido otras veces- con devorar al ajedrez
como espectáculo, en su ser mismo.
Porque con
la ayuda de los ordenadores, ahora se pueden aprender de memoria un repertorio
extensísimo de aperturas y variantes. Es una herramienta que hace cuarenta años
no soñábamos con tener a disposición algún día, de manera prácticamente
gratuita, al alcance de todo el mundo. Antes de Magnus Carlsen, el mundo del Ajedrez avisaba nuevamente de la
posibilidad de explorar otras variedades en el juego, como introducir razones de aleatoriedad al iniciar
la partida, agregarle piezas, cambiar formas. Por fortuna, la irrupción de
Magnus Carlsen, frena estaos dardos en contra de la naturaleza misma del
Ajedrez: Pensar.
Quizás
Magnus Carlsen no juega el ajedrez más bonito o sorprendente del mundo, pero se
ha salido de una norma que parecía inquebrantable en sus partidas: hace jugadas
que no están en los análisis convencionales, arriesgándose pero también
obligando al rival a pensar por sí mismo. A Carlsen le ha funcionado jugar así,
porque sabe que al salirse de los caminos trillados se equivocará menos que el
rival, aprovechará la mínima ventaja y ganará la partida. Esto lo hace irresistible,
y a su manera, revolucionario.
En plena
Edad de la Teoría, pese a haber crecido rodeado de máquinas que le han
permitido aprender en meses y con un clic de ratón lo que a Fischer o Kasparov
les costaba años de estudio, entre montañas de libros, Carlsen ha sorprendido
al salirse por la tangente y con ello ha roto moldes en esta generación. Sentencia, el Magnus Campeón, el Carlsen galán “intento estar en Modo Ajedrez”
La posición final tiene un fuerte efecto estético, con todas las piezas negras como espectadoras de un drama en el que no son capaces de participar |
No comments:
Post a Comment